Un amor de pasión
09.04.2020 - 17:39:00 | 5 minutos de leitura

Fray Miguel Ángel Hernández | Prior provincial | Madrid | No cabe duda de que el triduo pascual que nos disponemos a celebrar este 2020 va a ser muy especial y no es necesario explicar los motivos, pues todos los conocemos. Diría que va a ser el triduo santo de lo esencial. Este año no tenemos que preocuparnos con velas, inciensos y flores, ni con elegir los doce apóstoles para el Lavapiés, ni con los manteles del monumento, ni con palios y capas pluviales, es más, ni siquiera tenemos que preocuparnos con acercarnos a la Iglesia y sin embargo el amor de Dios que vamos a celebrar en la Eucaristía se va a desplegar con todo su potencial, con toda su fuerza y esplendor.
Esta puede ser una de las grandes enseñanzas que Dios nos quiere dar en este tiempo de pandemia: no necesitas hacer nada, porque todo lo hago yo, no necesitas hacer nada, únicamente dejarte amar por mí. No necesitas mostrar méritos, no necesitas cumplir preceptos, no necesitas sentirte obligado, mi amor sale a tu encuentro, te busca donde quiera que estés y te alcanza: en tu casa, donde debes quedarte, en el hospital, en la residencia de mayores, en el hotel medicalizado, en la farmacia o el supermercado… allí estoy contigo. Mi amor por ti es gratuito, no te amo porque te lo merezcas, te amo porque no se hacer otra cosa que amar. Amar es mi esencia y es un amor que te lo ofrezco a cambio de nada, es gratis total, sólo tienes que abrir el corazón y aceptarlo.
Tantas veces engalanamos los misterios de Dios que estos días celebramos, y los revestimos de tantos adornos y superficialidades que corremos el riesgo de quedarnos en lo accesorio, en lo secundario y no conseguimos descender y conectar con lo profundo y más auténtico del misterio de un Dios que se entrega y da su vida por ti. Este triduo nos va a enseñar que podemos prescindir de muchas cosas que no son para nada necesarias y que la desnudez y crudeza del Amor del Señor que se desborda en el cenáculo y en el Gólgota es lo único que nos mantiene en pie y sostiene nuestra esperanza.
En estos días de desolación y muerte, en estos días trágicos, de sufrimiento y dolor, en estos días donde tantas personas se sienten abandonadas y lloran en soledad, en estos días de confinamiento repletos de malas noticias, muchas personas se preguntan: ¿Dónde está Dios en medio de todo esto? ¿Es que Dios se ha desentendido de nosotros, se ha olvidado, ha dejado de querernos? Este triduo pascual nos va a mostrar dónde está verdaderamente Dios en estos momentos:
Dios está en la cabecera del enfermo, a los pies de la cama del que sufre, Dios está vestido de bata verde, azul y blanca, con mascarilla y gafas protectoras reclinado sobre los enfermos que no pueden respirar, Dios está controlando la presión, entubando al enfermo, extrayendo sangre, controlando el gotero, enjugando el sudor provocado por la fiebre… Dios está también postrado en cada enfermo, sufriendo con él, luchando con él, muriendo con él. Dios está en el anciano asustado que ha visto morir a sus compañeros de residencia y que no puede recibir la visita de sus familiares, Dios está sustentando las fuerzas de los que trabajan incansablemente y hasta sin medios para que la vida se abra paso entre tantas estadísticas desoladoras. Dios está en medio de cada familia que no puede despedir a sus seres queridos con un entierro digno, consolándolos y fortaleciéndolos. Dios está infundiendo ánimo y esperanza en el corazón de cada enfermo y de cada familiar para que no desistan de luchar. Dios está en la morgue, en cada fallecido que se amontona esperando descansar en paz…
Pero este triduo pascual celebrado en medio de sirenas de ambulancia y coches de policías, nos va a mostrar también dónde estamos nosotros, dónde está nuestro corazón, cuál es su centro, hacia dónde se inclina. Que es lo que le mueve, lo que le pone en marcha, lo que le hace estremecerse… Algunos talvez vean todo esto como una pausa, un intermedio y esperan a que todo pase para volver a la vida de siempre, viven de forma inconsciente, no quieren hacerse preguntas; Yo espero que sepamos interpretar los signos de los tiempos y que tratemos de descubrir las enseñanzas que podemos sacar de todo esto para nuestro bien.
Yo espero que la humanidad que salga de esta pandemia sea un poco diferente de la que hace unas semanas se confinó. Yo espero que hayamos aprendido que dependemos unos de otros, que nos necesitamos, que no podemos desentendernos de nadie, que no podemos seguir maltratando el planeta; Yo espero que aprendamos a ser hermanos y dejemos de lado nuestras diferencias para remar juntos en la misma dirección, porque como dice el Papa, estamos todos en el mismo barco.
Que la pasión, muerte y resurrección del Señor nos ayude a entender que hay un Dios que se sigue entregando por nosotros a cada instante y tratando de hacernos comprender que somos hermanos y que nos ama con un amor de pasión.