El maestro de profesos del teologado Nuestra Señora del Buen Consejo conversa sobre varios temas
Fray Nicolás Vigo | La formación es una de las etapas más importantes en la vida del agustino recoleto. Ella marca la impronta pastoral, agustiniana y evangélica que ejercerá el religioso, sacerdote o no, en su vida comunitaria y pastoral. Asimismo, es en esta etapa en la que se privilegia de desarrollo intelectual, crecimiento afectivo y la formación académica de los candidatos a la vida religiosa agustina recoleta.
En la Provincia de Santo Tomás de Villanueva esta tarea desafiante está a cargo del equipo de formación del Teologado de Nuestra Señora del Buen Consejo, que lidera fray Bruno D’Andrea, maestro de profesos.

Este año, el convento está lleno de jóvenes que han superado con éxito la etapa del noviciado y realizan su vida comunitaria y formación académica en el convento de Monachil (Granada, España).
Recoletosstv.com conversó con él, gracias a una entrevista, que gentilmente nos concedió.
- Fray Bruno, ¿Cuántos jóvenes cursan esta etapa de formación?
En este momento tenemos 19 profesos simples; aunque en la casa también viven con nosotros 3 prenovicios que, si Dios quiere, en el mes de agosto comenzarán su noviciado en Monteagudo (Navarra, España), junto a otros jóvenes.
- ¿Cuántos conforman la comunidad del Teologado?
Los profesos de votos solemnes somos 9, en este grupo hay algunos ya ancianos, que reciben cuidados especiales; los profesos simples, como te decía, son 19; y los prenovicios, 3. Por tanto, actualmente, somos 31 los que hacemos vida de comunidad, que es casa de formación.

- ¿Cómo han hecho con los jóvenes sus estudios universitarios durante la pandemia?
Debo confesarte que no fue nada fácil. La Facultad de Teología debió adaptarse en muchas ocasiones a las medidas adoptadas por el gobierno de Andalucía y eso conllevó comenzar las clases en modalidad presencial, para luego seguir casi todo el curso, de manera virtual. Con todo, después de Semana Santa se pudo retomar la presencialidad. Esto significó un cambio de ánimo notorio en muchos de nuestros formandos. Es más, también los profesores reconocieron que la modalidad presencial les hacía falta.
Te cuento, además, que al terminar las clases de este curso pudimos tener un almuerzo con los profesores en casa, en el convento. Lo pasamos muy bien y nos conocimos un poco más, fuera de lo estrictamente académico. Creo que lo necesitábamos todos.
- En algunas congregaciones e institutos hay escasez de vocaciones, vemos que, en esta Provincia de los Agustinos Recoletos, no, ¿A qué se debe esta primavera vocacional?
Sí, es cierto lo que dices. La escasez vocacional preocupa a toda la Vida Religiosa. En nuestro caso, parece que no estamos tan mal como otros institutos que sufren más dicha escasez. De todos modos, creo que debemos ser muy humildes cuando tratamos este tema. Me parece que el secreto está en dinamizar siempre y cada día más la Pastoral Vocacional, como creo que se hace en casi todas las áreas de nuestra Provincia.
Pero, por otro lado, hay que estar atentos y no descuidar lo esencial de una propuesta vocacional auténtica, la que encontramos en el Evangelio: la de Jesús, que siempre es atractiva y exigente y que es para la felicidad del individuo; pero también, para la felicidad de quienes le rodean. Esto no puede faltar y quien está en la animación vocacional debe tenerlo bien presente, aunque los números puedan variar.
Recomiendo leer el número 107 de la Evangelii Gaudium, del Papa Francisco, que habla de la escasez de vocaciones y de la selección de candidatos para el sacerdocio. Y también, como no puede ser de otra manera, la exhortación Christus vivit que habla del discernimiento vocacional y el acompañamiento de los jóvenes. Y, todo esto te lo digo, porque me parece importante hablar de estos temas, porque me siento implicado de alguna manera; de hecho, fui promotor vocacional algunos años, por ello, esta es un área de la pastoral que tengo siempre presente en mi pensamiento y mi corazón.

- La formación es una tarea delicada y requiere mucha sabiduría y delicadeza, a su parecer, ¿Qué actitudes debe tener un maestro de formación?
Bueno, no te voy a contestar esta pregunta como si supiese la respuesta a la perfección; simplemente, podría decirte que, creo que el formador es ante todo un educador, porque debe sacar lo mejor de lo que hay en cada uno de los formandos. Por supuesto que también debe creer que el Espíritu Santo le ayuda siempre en su tarea. Por ello, debe ser una persona de oración, que sepa pedir algunos dones de Dios, aquellos, que nuestro Padre san Agustín tenía bien presentes: humildad, paciencia, iluminación, amor y verdad.
Por último, debe saber escuchar y contar con la ayuda de los otros; especialmente, de los hermanos de comunidad, que integran el Equipo de Formación. Ellos son una ayuda valiosísima e insustituible. Un trabajo en equipo da mayores garantías que un trabajo en solitario. Así como necesitamos reflejar esto último en nuestros ministerios parroquiales, educativos y misioneros, como signo de nuestro carisma, también debería suceder lo mismo en el servicio de la formación.
- ¿Es difícil dirigir a los jóvenes que son de proveniencias diferentes, edades desiguales, y, en algunos casos, hablan otro idioma?
No es tarea fácil; pero también hay que decir, que la mayoría de las veces, las diferencias de las que hablas, son una riqueza. Creo que la diversidad de culturas, idiomas, etc., no son un gran problema para mí. Creo que en la etapa del Teologado se termina por sentir esto.
Me da la impresión de que las barreras culturales desaparecen y que los mismos formandos comienzan a darse cuenta que lo que importante en la vida comunitaria son las personas con «nombre propio», sin que sea tan importante de dónde provengan o en qué lengua hablen. Eso se hace evidente cuando se crece en relaciones de amistad verdaderas, donde la nacionalidad, por ejemplo, cuenta muy poco.

- ¿Cómo se logra la unidad en la diversidad?
Diría con palabras del Papa Francisco, que se trata de una obra artesanal. No hay recetas. Ahora bien, debemos dejarnos inspirar por san Agustín y su doctrina, tan rica en este aspecto.
La vida de Agustín es una parábola de unidad en la diversidad: me refiero a la unificación de lo diverso -de lo no armónico- en su itinerario espiritual y también al camino de unidad comunitario-eclesial al que siempre aspiró y por el que siempre trabajó, no sin dificultades y contratiempos. La unidad, que no es uniformidad, es un aspecto esencial de la vocación cristiana y de la vida agustino-recoleta. El individualismo crónico o los narcisismos desordenados debemos reconocerlos porque impedirán lograr la unidad tan anhelada por san Agustín.
Las casas de formación deben ser un espacio para la revisión de vida, para forjar una imagen adecuada de sí mismos y para cultivar relaciones interpersonales sanas. Estos aspectos constituyen una buena base para trabajar por la unidad y asumir con alegría la diversidad.

- Muchos sociólogos y filósofos de la posmodernidad advierten la falta de pensamiento crítico, la apatía por el conocimiento y la investigación de los jóvenes del siglo XXI, ¿Esto se da también en los jóvenes del convento?
Esta es una muy buena pregunta porque da con un problema con el que tenemos que enfrentarnos los formadores: hay un influjo notable de cierta área del pensamiento posmoderno que parecería hacer inútil una reflexión sobre los grandes interrogantes del ser humano. Y esto, obviamente, repercute en la teología que reflexiona sobre Dios y también sobre el hombre.
Por otro lado, en algunos sectores de la Iglesia (y quizá entre nuestros frailes) parece una pérdida del tiempo estudiar Biblia, Dogmática, Moral, Pastoral, etc., como si todo se tuviera que reducir a una praxis que responda a necesidades inmediatas, sin reflexionar críticamente sobre la misma. Pues bien, no estoy muy de acuerdo con esa visión de las cosas; por el contrario, me atrevería a decir que hoy se hace más necesaria una formación integral en la que el aspecto académico sea sólido. Y aclaro que, con esto no se pretende que todos salgan de la formación con las mejores notas, no. Se espera que nuestros jóvenes formandos aprendan y asimilen la teología en diálogo con el mundo de hoy y puedan hacer un verdadero aporte a la nueva evangelización. De lo contrario, la formación académica no tendría sentido.
Las comunidades que servimos en nuestros ministerios son muy demandantes y exigen lucidez a la hora de saber discernir objetivos, recursos y métodos de acción pastoral; por otra parte, los laicos nos están exigiendo mayor formación bíblica, doctrinal, pastoral y agustiniana. Los desafíos están allí: nos corresponde en formación inicial y permanente estar a la altura de los mismos. Creo que la Facultad de Teología de Granada favorece una sensibilidad como esta, que se preocupa por conectar teología y vida, así como teología y evangelización.

- ¿Cómo se relacionan los jóvenes con los religiosos mayores, aquellos que ya han dado su vida al servicio del Reino de Dios?
En términos generales puedo decir que veo que se les reconoce lo que han hecho y se les tiene una paciencia y un cariño particulares. En la casa de formación, como te decía, hay cuatro religiosos mayores y se les estima y creo que además algunos les tenemos incluso admiración. Me parece que los religiosos más jóvenes tenemos que aprender mucho de ellos y preguntarnos a la luz de su vida de qué se trata la vocación agustino-recoleta: en el testimonio de sus vidas podemos encontrar muchas respuestas.
- ¿Qué retos aguardan a estos jóvenes que saldrán muy pronto del convento?
Los retos con los que se van a encontrar son muchos y seguramente los van a poner a prueba, en todas las áreas: espiritual, pastoral, intelectual, etc. Las comunidades a donde van a ser enviados viven cambios acelerados, incluso en los lugares donde las nuevas tecnologías tardan en llegar.
No se trata sólo de los cambios que se dan en las comunicaciones, sino también de los cambios que se dan a nivel de pensamiento. Basta pensar que no existen ideologías bien definidas; y, sin embargo, están permanentemente actuando en nuestras sociedades pluralistas y democráticas, difundiéndose con mucha rapidez.
Por otro lado, la pobreza es un mal que sufren muchos hermanos nuestros y eso también será un desafío para los religiosos que tendrán que anunciar a los pobres la Buena Noticia. En fin, creo que lo mejor que podría hacer un joven en proceso de formación inicial sería adquirir la convicción de que la formación no termina en con esa etapa: a medida que pasen los años, Dios seguirá dándole forma, como buen alfarero, mientras él se preocupe por servir más y mejor a los hermanos.
- La Orden llevó adelante un proceso de revitalización, ¿Usted cree que ha sido exitoso?
Seguramente ha sido pacífico, pero no sé hasta qué punto exitoso. Con la palabra «éxito» trato de tener cuidado, porque no siempre es adecuada para leer acontecimientos que se refieren a la vida de la Iglesia o de un Instituto de Vida Religiosa. Sí puedo decir que el proceso de revitalización, al menos en mí, despierta esperanza.
Creo que hay cosas que se hicieron bien y por eso hay agradecer el trabajo de tantos hermanos que apostaron por el proceso de revitalización. Por otro lado, hay otras realidades que pueden mejorarse, pero siempre sabiendo que hace falta volver a las fuentes: el Evangelio, san Agustín y la Recolección. Y siempre se tratará de un retorno «personal» y al mismo tiempo «comunitario». Con paciencia y discernimiento vamos a encontrar algunas respuestas; de otras cosas, se encargará el Espíritu Santo.

- A su modo de ver, ¿Qué está pasando en el mundo? ¿Por qué se agudizan los desencuentros y la desunión en la comunidad internacional?
Creo que se debe a que los intereses son muchos, y, lo que es peor, están ocultos. Por ejemplo, un gran porcentaje de los cambios que se dan a escala global tienen relación con la economía financiera, que está sujeta a pocas restricciones, al menos si consideramos todo lo que puede causar.
Lo que sucede en la vida de los Estados, en la política, es simplemente la superficie, como viene advirtiendo la Doctrina Social de la Iglesia cuando dice que el poder ya no está en los políticos, sino en los tecnócratas, los que tienen a su disposición la técnica, y el dinero, por supuesto.
En resumen, ante problemas como estos diría que es más urgente que los creyentes vivamos en actitud de discernimiento, oración y trabajo comprometido. El método ver-juzgar-actuar que tantas veces nos propone el Magisterio nos tendría que ayudar en lo personal y en lo comunitario, así seremos críticos ante la información que recibimos, prudentes en la toma de decisiones y audaces a la hora de llevarlas a cabo.